Hace unos días asistía a mi primera clase de yoga. Llevaba
unos años queriendo apuntarme a clases. Desde que oí hablar maravillas de lo
que se conseguía con su práctica.
Al entrar en la sala,
un agradable olor a incienso inundo mis fosas nasales. Sólo dos
lámparas de sal y dos velas era todo lo que producía iluminación a la sala, vi a la profesora que me hacía señales para
que me pusiese enfrente de ella.
-Desde aquí me vas a ver mejor.
Tumbada sobre mi esterilla ponía toda mi atención en
escuchar lo que decía la profesora. Con
una voz dulce y con un tono sosegado la profesora de yoga iba dando las pautas
a seguir en cada asana.
-Inspiramos profundamente… retenemos… exhalamos…
-Pies paralelos… bien separados… para hacer la asana de
utthita trikonasana…pie izquierdo para la izquierda…
La escuchaba pero me costaba darle las ordenes a mi cuerpo,
en vez de hacerlo con el pie izquierdo me di cuenta que lo estaba haciendo con
el pie derecho. Sentía un ligero temblor en todo mi cuerpo, estaba nerviosa.
Vi cómo se acercaba la profesora a donde yo estaba, me
levanto el brazo y a la vez que me decía con una voz tan dúctil que apenas pude
entender.
-tranquila…no pasa nada.
Me pasé toda la clase intentando hacer lo que la profesora
decía e imitando a los otros alumnos en
lo que podía.
-Nos centramos en la respiración…
-Nos preparamos para la meditación final…
Todos los asistentes se levantaron para coger unas
banquetitas que había en un rincón de la sala (ahora sé que se llaman banco de
meditación) yo también cogí una y me senté como vi que lo hacían los demás.
Espalda recta… coronilla hacía el techo… como si tuviésemos un
hilo enganchado y nos tirara para arriba. Relajados pero fuertes como una roca…sin
hundirnos…
Yo intentaba colocar mi espalda a la vez que pensaba, que en
aquella postura era imposible relajar nada. No sé el tiempo transcurrido, pero
a mí se me hizo eterno. Tenía las piernas dormidas. Me levantaba para colocar
el banquito en su sitio, cuando me di cuenta que la profesora estaba a mi lado.
-Eeh tu nom…
-Dakota –Dije antes que ella terminara de pronunciar la palabra.
-Dakota, tienes que estar firme en meditación, te has
hundido. Firmes como rocas. Poco a poco, la próxima vez ya mejor…
Así término mi primera clase de yoga, que decir tiene que en
la siguiente meditación salí con dolor
en todo el cuerpo, pero estuve firme como una roca.
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